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miércoles, 23 de mayo de 2012

Bucaneros!

Todavía tenía sangre caliente en las manos. Durante la batalla le habían herido en el antebrazo, aunque había sido lo último que aquel estúpido había osado hacer, había destrozado su cráneo con un simple movimiento de gatillo de su fiel trabuco.
Contemplando sus brazos no supo distinguir si la sangre que le cubría, como una segunda piel, era suya o de sus adversarios.
Entró en su camarote buscando una botella de ron, los barriles de vino hacía semanas que se habían agotado, eran lo primero que desaparecía tras una larga travesía sin atracar.
Sobre la cama, desnuda a excepción de una argolla, unida a una cadena, imitando una tétrica gargantilla, estaba una de las tripulantes perteneciente a los enemigos, que había osado levantar un arma contra él.
Le había ofendido tanto que una mujer creyera ser su rival, que ordenó a sus subordinados el no ofrecerle una muerte rápida y benevolente, sino atarla cual esclava a su cama.
A partir de ese día tendría un nuevo juguete con el que desahogarse.
Cruzó su camarote, se desabrochó el cinturón de cuero que llevaba en torno a la cintura para portar sus armas y se deshizo del jubón de cuero que apestaba a sudor, sal y sangre.
De dos largos tragos terminó la botella que hacía segundos acababa de abrir, un reguero de ron se escurrió entre sus labios, olvidado, para acabar limpiando el cuello lleno de suciedad de su dueño.
La muchacha con pelo de fuego, seguía cada uno de sus movimientos en silencio, extrañamente callada comparando la osadía que había mostrado en cubierta.
Hasta se le llegó a ocurrir que quizás su tripulación le había cortado la lengua para ahogar sus futuros gritos, cuando sólo un susurro dulce se escapó de sus labios:
  -Sois bravo en la batalla mi señor.
  -A diferencia de ti. El sitio para las mujeres está o en la cocina o calentando la cama de algún insatisfecho guerrero. Siento mucho que no se te ha dado la oportunidad de elegir.
  -En cubierta no puede apreciar contra quien me batía mi señor…pero ahora ya tengo la posibilidad de juzgar mis actos.
  -Al fin y al cabo sólo era cuestión de tiempo… ¿Alguno de mis hombres se ha sobrepasado contigo?
  -No
  -Mejor, no me gustaría tocar algo ya usado por otros.
Avanzó dando tumbos hacía la cama, el ron ya empezaba a nublar sus pensamientos, era el mejor momento para dejar escapar a la bestia, que todavía no había quedado saciada tras la batalla.
Con torpes movimientos se desprendió de la ropa hecha jirones que cubría su magullado cuerpo.
Se tendió a su lado, apreciando la blancura de su piel, el rosado de sus pezones, y el rojo intenso de su pelo.
Deslizó su mano por el cuello de la joven, poco a poco, esperando confuso su reacción. Inesperadamente entreabrió los labios y cerró los ojos, sensible a sus caricias, curvando su espalda a cada movimiento.
Al fin y al cabo que cabía esperar, todas son unas promiscuas que se deshacen ante las caricias de un hombre con poder. Se tendió sobre ella, despacio, notando como las dos pieles se fundían, notando su calor, la presión de sus pechos, o cómo le abrazaba con las piernas en torno a sus caderas.
Ella movió sus manos apremiantes en busca de su miembro, jugando con él, haciéndole jadear, con la vista nublada por el alcohol y el perfume de mujer de su pelo.
Le guió hacia su interior acompasando todo movimiento con su cadera…
Al llegar al éxtasis profirió un grito de placer que quedó ahogado por el brotar de la sangre de su cuello, apenas distinguió el rostro de ella, a escasos centímetros del suyo, con la boca llena de sangre y jirones de carne, con una burlesca sonrisa dibujada en sus labios.
  -Nunca, oídme, nunca despreciéis a un guerrero, por el mero hecho de ser mujer.


Por Freyja.

1 comentarios:

TokyoFresh dijo...

q filosfocos y reflesivos estais toos

Sayonara baby

Sayonara baby